inaugura girlontape en formosa/please come to my next opening

girlcam

sábado 8 de mayo
6pm
galería formosa
delgado 1235
buenos aires

música por valeria cini

cocina por gonzalo zubiri

good vibrations por guillermo ueno + lola goldstein

y este hermosísimo, inmerecido texto por germán scalona aka dasbald:

El primer contacto que tuve con Stefania fue como el que se tiene con muchos con los que nos rozamos socialmente sin nunca llegar a hablarnos, es decir sucedió mucho antes de ponerme a hablar con ella, ya que solía verla circular por las discotecas y las fiestas de Buenos Aires como quien distingue entre todas las siluetas que no nos interesan una que se recorta, una que nos da ese deseo de querer unirnos a su historia y tener un papel que no sea de extra mudo.

Con sus ojos penetrantes aunque siempre un poco desenfocados, su pelo negro al que casi uno estaría tentado de otorgarle un origen mitológico y unas piernas largas armadas de un par de zapatos de alto taco militante, parecía el tipo de ser que bien podría haber estimulado la imaginación del neoclásico David como del romántico y decadente Fussli. Fue precisamente en una de esas fiestas donde conocí a Stefania.

Nos saludamos en una cabina oscura y olorosa, en la que una amiga compartía con otros Djs el line up, y nos pusimos a hablar con un poco de distancia y frialdad y, sin darnos cuenta, de pronto nos encontramos discutiendo apasionadamente acerca de un escritor que aún hoy nos sigue uniendo: Dennis Cooper.

El contacto fue inmediato. Tan inmediato como enterarme de que Stefania no solo tenía un blog sino que además era fotógrafa. Pero, a decir verdad, la relación con sus fotos no comenzó sino una tarde en la que me comentó que le habían robado su cámara; así que tan solo para tranquilizarla le ofrecí mi diminuta y anticuada camarita digital hasta que se pudiera comprar algo más acorde. En mi casa dormía sin ningún propósito ni destino. Aún hoy duerme. ¿Cómo podía saber yo que enterarme de que Stefania era fotógrafa y que el prestarle mi cámara sustituta podía terminar interesándome en su fotografía no solo como un admirador amateur, amateur del tipo que Barthes nos propone, sino que además mi cuerpo tomaría carne en sus imágenes blanco y negro?

¿Hablo demasiado de su vida en vez de la fotos que nos traen hasta aquí? ¿Por qué no? ¿Cómo resistirse a hablar de la vida de una mujer que lleva a cabo una de las tareas políticas más interesantes y vitales que puede tocarle a una persona: la de poner en acción el flujo que relaciona mentes y cuerpos unos con otros y de la cual la fotografía sería una expresión y a la vez un documento de ese deambular? O dicho de una manera menos abstracta: alguien se entrega al juego del conocimiento de otro ser humano a través de la seducción y termina deviniendo artista, pero eso sí, a condición de despojarse de todo rastro paranoico.

Si bien pude comprobar en los sucesivos encuentros con su trabajo que el retrato fotográfico era una de las marcas principales de Stefania, me fui dando cuenta también al conocer sus autorretratos de que no había una clara división entre ambos, ya que los autorretratos compartían el mismo interés que los retratos: ser el paso que le permite al sentimentalismo desplegarse como concepto reflexivo artístico de lo sentimental, esa cara frágil del deseo.

Si bien ausentes en esta muestra que tiene un aire de melancólica elegía en torno a la amistad, los autorretratos conforman la otra faceta de un trabajo que en definitiva, se trate de la puesta en escena del cuerpo de la artista o de sus amigos, siempre es autoreferencial. Es decir, en los retratos la mirada se posa sobre la vida de los amigos, se sostiene por un momento, intenta comprender los cuerpos en la noche dejándose seducir, pero en definitiva nos habla de la propia Stefania artista de una manera más directa que si ella estuviera frente a la cámara tratando de saber quién es ella misma bajo la presión de la mirada de la lente; mientras que al revés, esos autorretratos que sube a su blog, de apariencia más espontánea y que vuelven a su propio cuerpo un personaje u objeto lejano de la artista, están tratadas de una forma más distante y clínica en su pose, ambigua a la hora de saber qué mirada intentan captar.

Con un espíritu cosmopolita, ambas facetas de la obra de Stefania se resuelven dejando ver tanto la oscuridad, el patetismo, el dolor, la imposibilidad existencial de los personajes de quedar fijos en un referente, en una clase social, en una nacionalidad, como el deseo de ser amados, celebrados, comprendidos, a la vez que intentan huir del mundo fijo en el que peligran ser encarcelados y detenidos en su deambular haciendo uso de todo tipo de máscaras y poses, ya que no entienden por qué lo político de sus posturas estaría en riña con la doble dimensión que entraña una manera de ser que a la vez es festejo y destrucción del acto de seducción.

Solo se someten al ojo nocturno que los persigue y los encuentra ya listos. Si hay algo que resume la obra de Stefania, es la toma de conciencia de ese momento en el que la mirada se posa sobre un cuerpo en estado de hiperconciencia y que no solo se sabe mirado, sino que además de prestarse a ser mirado, como una luz que se derrama pero en definitiva es para sí misma, despliega un poco de ese magnetismo ante quien una y otra vez vuelva sobre los pasos de ese momento de seducción, de los aspectos políticos del glamour de la pose.