mientras vuelvo corriendo a mi casa que está sumida en las tinieblas y descubro que rondan muchos más perros de los que debería haber a la vez que los míos se fugan en continuación;prendo una lamparita pero no ilumina, trato de llamar a Constant Candy pero mis palabras no lo alcanzan; no sé ni por donde se colan los perros extraños ni por donde se van los míos,
al rato con mi sumo horror encuentro una puerta abierta que no sabía que existía: es allí por donde están entrando –en la noche espesa que la lamparita prendida no logra despegar– los perros desconocidos y huyendo los conocidos.
Quiero avisarle a Constant Candy que hay que tapar esa falla urgente, impedir que se escapen mis perros pero mi voz no le llega aunque lo distinguo cerca mío en la oscuridad pegajosa que la lamparita amarillenta no puede esclarecer,
además el acosador está sentado fuera de la puerta que no sabía que existía: es el carioca baboso de la plaza que siempre me caza de sus ojitos obsesionados,
me da escalofríos que sepa donde vivo y que hasta podría entrar por la puerta que lucho en vano por cerrar.
Pienso en el Comisario Scorsese queriendo su protección y a la mañana me decis Estabas Soñando Con Tu Vieja y eso me alivia, por que en la pesadilla serial de mi adolescencia la que me salvó del violador de ojos blancos fue mi madre.
pintura por dorothea tanning

















